Una vez terminada la Pascua, hay tres fiestas que nos
tratan de explicar con signos claros, cómo es Dios, y cómo desea que seamos
nosotros como cristianos: Santísima Trinidad, Corpus Christi, y el Sagrado
Corazón de Jesús.
El “Domingo de la Santísima Trinidad” tuvo lugar ayer 26
de mayo de 2024, es justo el domingo después de Pentecostés. La Santísima
Trinidad es ciertamente un misterio, una verdad de fe que Dios nos ha sido
revelando poco a poco. El Espíritu Santo es distinto del Padre y del Hijo, pero
consustancial, igual y coeterno con ellos... un sólo Dios en tres personas
distintas.
Esta fiesta comenzó a celebrarse hacia el año 1000, y
fueron los monjes los que asignaron el domingo después de Pentecostés para su
celebración. El Domingo de la Santísima Trinidad fue instituido relativamente
tarde, pero fue precedido por siglos de devoción al misterio que celebra. Fue
en 1334 cuando el papa Juan XXII la introdujo como fiesta oficialmente en la
Iglesia.
El mes de mayo es el mes de las flores y el mes de María.
Ha prevalecido ya en todo el orbe católico la santa y laudable costumbre de
consagrarlo todo entero a su culto.
Consiste este culto en ofrecer a María flores de esta
bella estación en representación de nuestras virtudes.
ÁNTICO: «VENID Y VAMOS TODOS»
Venid y vamos todos con flores a porfía
con flores a María
que Madre nuestra es.
De nuevo aquí nos tienes purísima doncella
más que la luna bella postrados a tus pies.
A ofrecerte venimos flores del bajo suelo
con cuánto amor y anhelo Señora Tú lo ves.
ACTIVIDAD:
REALIZAMOS UN MURAL COOPERATIVO: CON FLORES A MARÍA
Después de la Ascensión de Jesús, se encontraban reunidos
los apóstoles con la Madre de Jesús. Era el día de la fiesta de Pentecostés.
Tenían miedo de salir a predicar. Repentinamente, se escuchó un fuerte viento y
pequeñas lenguas de fuego se posaron sobre cada uno de ellos.
Quedaron llenos del Espíritu Santo y empezaron a hablar
en lenguas desconocidas.
En esos días, había muchos extranjeros y visitantes en
Jerusalén, que venían de todas partes del mundo a celebrar la fiesta de
Pentecostés judía. Cada uno oía hablar a los apóstoles en su propio idioma y
entendían a la perfección lo que ellos hablaban.
Todos ellos, desde ese día, ya no tuvieron miedo y
salieron a predicar a todo el mundo las enseñanzas de Jesús. El Espíritu Santo
les dio fuerzas para la gran misión que tenían que cumplir: Llevar la palabra
de Jesús a todas las naciones, y bautizar a todos los hombres en el nombre del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Es este día cuando comenzó a existir la
Iglesia como tal.
¿Quién
es el Espíritu Santo?
El Espíritu Santo es Dios, es la Tercera Persona de la
Santísima Trinidad. La Iglesia nos enseña que el Espíritu Santo es el amor que
existe entre el Padre y el Hijo. Este amor es tan grande y tan perfecto que
forma una tercera persona. El Espíritu Santo llena nuestras almas en el
Bautismo y después, de manera perfecta, en la Confirmación. Con el amor divino
de Dios dentro de nosotros, somos capaces de amar a Dios y al prójimo. El
Espíritu Santo nos ayuda a cumplir nuestro compromiso de vida con Jesús.
Señales
del Espíritu Santo:
El viento, el fuego, la paloma.
Estos símbolos nos revelan los poderes que el Espíritu
Santo nos da: El viento es una fuerza invisible pero real. Así es el Espíritu
Santo. El fuego es un elemento que limpia. Por ejemplo, se prende fuego al
terreno para quitarle las malas hierbas y poder sembrar buenas semillas. En los
laboratorios médicos para purificar a los instrumentos se les prende fuego.
El Espíritu Santo es una fuerza invisible y poderosa que
habita en nosotros y nos purifica de nuestro egoísmo para dejar paso al amor.
Nombres
del Espíritu Santo.
El Espíritu Santo ha recibido varios nombres a lo largo
del nuevo Testamento: el Espíritu de verdad, el Abogado, el Paráclito, el
Consolador, el Santificador. Misión del Espíritu Santo:
•El
Espíritu Santo es santificador: Para que el Espíritu Santo logre cumplir
con su función, necesitamos entregarnos totalmente a Él y dejarnos conducir
dócilmente por sus inspiraciones para que pueda perfeccionarnos y crecer todos
los días en la santidad.
•El
Espíritu Santo mora en nosotros: En San Juan 14, 16, encontramos la
siguiente frase: “Yo rogaré al Padre y les dará otro abogado que estará con
ustedes para siempre”. También, en I Corintios 3. 16 dice: “¿No saben que son
templo de Dios y que el Espíritu Santo habita en ustedes?”. Es por esta razón
que debemos respetar nuestro cuerpo y nuestra alma. Está en nosotros para obrar
porque es “dador de vida” y es el amor. Esta aceptación está condicionada a
nuestra aceptación y libre colaboración. Si nos entregamos a su acción amorosa
y santificadora, hará maravillas en nosotros.
•El
Espíritu Santo ora en nosotros: Necesitamos de un gran silencio interior y
de una profunda pobreza espiritual para pedir que ore en nosotros el Espíritu
Santo. Dejar que Dios ore en nosotros siendo dóciles al Espíritu. Dios
interviene para bien de los que le aman.
•El
Espíritu Santo nos lleva a la verdad plena, nos fortalece para que podamos
ser testigos del Señor, nos muestra la maravillosa riqueza del mensaje
cristiano, nos llena de amor, de paz, de gozo, de fe y de creciente esperanza.
El
Espíritu Santo y la Iglesia:
Desde la fundación de la Iglesia el día de Pentecostés,
el Espíritu Santo es quien la construye, anima y santifica, le da vida y unidad
y la enriquece con sus dones.
•El Espíritu Santo sigue trabajando en la
Iglesia de muchas maneras distintas, inspirando, motivando e impulsando a los
cristianos, en forma individual o como Iglesia entera, al proclamar la Buena Nueva
de Jesús.
Por ejemplo, puede inspirar al Papa a dar un mensaje
importante a la humanidad; inspirar al obispo de una diócesis para promover un apostolado;
etc.
•El Espíritu Santo asiste especialmente al
representante de Cristo en la Tierra, el Papa, para que guíe rectamente a la
Iglesia y cumpla su labor de pastor del rebaño de Jesucristo.
•El Espíritu Santo construye, santifica y da
vida y unidad a la Iglesia.
•El Espíritu Santo tiene el poder de
animarnos y santificarnos y lograr en nosotros actos que, por nosotros, no
realizaríamos. Esto lo hace a través de sus siete dones.
Los siete
dones del Espíritu Santo:
Estos dones son regalos de Dios y sólo con nuestro
esfuerzo no podemos hacer que crezcan o se desarrollen. Necesitan de la acción
directa del Espíritu Santo para poder actuar con ellos.
•SABIDURÍA: Nos permite entender, experimentar y saborear las cosas
divinas, para poder juzgarlas rectamente.
•ENTENDIMIENTO: Por él, nuestra inteligencia se hace apta para
entender intuitivamente las verdades reveladas y las naturales de acuerdo al
fin sobrenatural que tienen. Nos ayuda a entender el por qué de las cosas que
nos manda Dios.
•CIENCIA:
Hace capaz a nuestra inteligencia de juzgar rectamente las cosas creadas de
acuerdo con su fin sobrenatural. Nos ayuda a pensar bien y a entender con fe
las cosas del mundo.
•CONSEJO: Permite que el alma intuya rectamente lo que debe de hacer
en una circunstancia determinada. Nos ayuda a ser buenos consejeros de los
demás, guiándolos por el camino del bien.
•FORTALEZA: Fortalece al alma para practicar toda clase de virtudes
heroicas con invencible confianza en superar los mayores peligros o
dificultades que puedan surgir. Nos ayuda a no caer en las tentaciones que nos
ponga el demonio.
•PIEDAD:
Es un regalo que le da Dios al alma para ayudarle a amar a Dios como Padre y a
los hombres como hermanos, ayudándolos y respetándolos.
•TEMOR
DE DIOS: Le da al alma la docilidad para apartarse del pecado por temor a
disgustar a Dios que es su supremo bien. Nos ayuda a respetar a Dios, a darle
su lugar como la persona más importante y buena del mundo, a nunca decir nada
contra Él.
El origen de las Cruces de Mayo: "vestir la Santa
Cruz"
El origen de las Cruces de Mayo se remonta a la cruz que
"vistió" Santa Elena, quien fue madre del Emperador Constantino. En
este aspecto, se cuenta que se encontró con diversas cruces y las fue probando
para situar a un fallecido en ella. No obstante, esta persona resucitó y,
entonces, Santa Elena decidió vestir esa cruz que se había quedado desnuda.
El 3 de mayo se conmemora el Día de la Santa Cruz,
instituida en el siglo IV. Esta tradición popular, que tiene sus orígenes muy
antiguos en Jerusalén, se sigue festejando en varios pueblos de habla hispana.
En muchos de estos lugares adornan las cruces con
coloridas flores, se realizan procesiones, cantos y bailes.
Se dice que por el siglo IV el pagano Constantino tenía
que enfrentar una terrible batalla contra el perseguidor Majencio. La noche
anterior al suceso tuvo un sueño en la que vio una cruz luminosa en los aires y
escuchó una voz que le dijo: «Con este signo vencerás«. Al empezar la batalla
mandó colocar la cruz en varias banderas de los batallones y exclamó:
"Confío en Cristo en quien cree mi madre Elena".
La victoria fue total, Constantino llegó a ser emperador
y dio libertad a los cristianos.
Por lo que, la historia narra que Santa Elena, madre del
emperador, pidió permiso a su hijo y fue a Jerusalén a buscar la Santa Cruz en
la que Cristo murió. Después de muchas excavaciones encontró tres cruces y no
sabían cómo distinguir cuál era de Jesús.
Es así que llevaron a una mujer agonizante, quien al
tocar la primera cruz se agravó más con su enfermedad. En la segunda cruz, la
enferma se mantuvo igual, pero al tocar el tercer madero, recuperó la salud.
ACTIVIDAD:
LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
Jesús regresó de entre los muertos - resucitó y estuvo 40 días con su discípulos. Él les dio muchas instrucciones y les habló sobre el reino de Dios.
Él dijo, "Dentro de pocos días ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo. Recibirán su poder y contarán mi historia a la gente de Jerusalén y en todas partes del mundo."
Jesús bendijo a sus discípulos y mientras ellos lo miraban, fue elevado hasta que una nube lo ocultó de su vista. Dos hombres aparecieron y les dijeron que Jesús había ascendido al cielo, pero que Este volvería de la misma manera en que se había ido.